25/8/08

Pérdida del sentido de la realidad

Uno de mis mayores temores es convertirme en eso que tanto critico. Terminar siendo eventualmente, todo eso que no quiero ser. Así que le pido constantemente a mis amigos que cuando me vean en según y qué situaciones, me adviertan, o directamente me pongan el cianuro en el café porque habré perdido el viaje a este mundo.

Mi temor se acrecienta cuando me encuentro una escena como la siguiente: dos mujeres bordeando los 50 (si son menos, son bastante mal llevados), paradas en una fila para entrar al Jardín Japonés. Vamos a llamarlas a una I (de insoportable) y a la otra PF (de perrito faldero). I comienza su perorata de quejas que tiene un hilo conductor algo extraño, debido a la capacidad de asociación errática. En 20 minutos pasó de la cantidad de gente, el clima, la ropa de mala calidad, la soledad, la pobreza, la familia acomodada, el tránsito, las obras sociales y hasta se atrevió a criticarme, en mi cara y en mi presencia!

PF la escuchaba atentamente, sin siquiera asentir, sus pobrísimas intervenciones no le daban pie a I (de ahí su admirable capacidad de asociación), sólo intentaban amilanar su furia.

Por supuesto I es el típico personaje Juan Zapata, si no la gana, la empata, que pelea sola, y que se tiene que congraciar sola (debido a la falta de respuesta de PF). Comenta:
I: Me estoy cagando de frío, y es que yo me cuido del frío porque sino, me enfermo. Y yo como vivo sola no me puedo enfermar, porque no tengo quién me traiga la lechita a la cama, y me toca así, enferma y todo a salir a comprar la medicina, porque no tengo quién me la lleve.
PF: Pero ahora hay farmacias que la llevan a domicilio.
I: ¡Ah no, pero si te las llevan, te cobran tres veces más! Entonces me toca ir con fiebre a comprarlas, y yo a esta edad, y enferma, y aún así tengo ir yo a la farmacia.
PF:...
I: Además no todas las farmacias te hacen el favor de ir a llevártela a tu casa, eso sólo si eres mayor, a la gente mayor sí se la llevan, pero como yo no soy mayor, como yo soy joven, a mí no, y me toca salir enferma a comprar las medicinas.
PF: Farmacity te hace el delivery, y no te cobra.
I: Menos mal traje este poncho que es recaliente, no sabés, porque yo sabía que iba a hacer frío.
PF: Si hace un poco de frío, por el viento que corre.
I: Pero esto no es frío, porque este invierno no enfrió de verdad, el de antes, eso sí era frío.

Pero, esa clase de conversaciones son frecuentes, y sólo tenía ganas de decirle a la señora que por qué no se había quedado en su casa, así se evitaba ella la fatiga, y nos la evitaba al resto del mundo escuchar sus quejas infinitas y sin sentido. De hecho, también pensaba que a esa gente, no deberían dejarla salir de su casa.

Sin embargo, como siempre esa gente se supera sola, lo que vino luego, fue la tapa. Luego de rajar de su familia con saña y furia en la voz, (para este momento, yo no tenía ninguna duda de por qué vivía sola) con esa asociación errática, a falta de respuesta de PF, suelta: I: Porque eso sí, yo decidí que no quiero tener hijos. A estas alturas de mi vida, y andar detrás de un crío, no, no, nooo, ni más faltaba, que lo críen los padres, pero yo no quiero un niño para que me llore, y no me deje dormir.

PF: Esperá, esperá que en unos años no vas a decir lo mismo, y vas a querer tener tus hijos.

(¡¿?¡)

Una amiga mía decía por allá en el 98, 99 que el mal de fin de siglo era la pérdida del sentido de la realidad. Yo creo que al pasar al nuevo siglo, la cosa se volvió epidemia. ¿De dónde podía sacar PJ la idea de que en unos años podía tener hijos? ¿Cómo mantiene la esperanza de tener hijos a esa edad? ¿A quién pensaba I decirle que no quería tener hijos? ¿Cómo se le ocurre a PJ desear que I tenga hijos?

Si me escuchan diciendo tales exabruptos, y con semejante desparpajo, háganme el favorcito de la cicuta, porque ya soy caso perdido.

23/8/08

Leyes de mercado

Me gusta la economía porque sus leyes pueden explicarlo casi todo. La teoría de los juegos, por ejemplo, se puede aplicar para tomar prácticamente cualquier decisión. Incluso hay economistas teorizando sobre la estupidez humana (Cipolla) y resulta un abordaje interesante. Así que empíricamente venimos con algunos amigos intentando explicar el mundo de las relaciones en comparación del funcionamiento de un mercado (nada nuevo, ni mucho menos).

El mercado se describe desde la perspectiva femenina, aún sabiendo que puede verse muy machista, no obstante, se hace en aras de facilitar la explicación.
Demanda: hombres
Oferta: mujeres
Precio: esfuerzo del hombre por conquistar a la mujer
Compra: encuentro con propósitos amorosos
Fidelización de producto: compra repetida- relación de pareja
Certificado de calidad Iso9001: una mujer deseable, linda, inteligente, divertida (por simplificar la ecuación).

La primera premisa es que la oferta es superior (en número) a la demanda, lo que hace que sea un mercado competitivo en el que el precio se establece cada vez más bajo. (Desde la perspectiva femenina y la lógica del mercado es que si uno se hace la difícil, el comprador siempre encontrará una mejor oferta).
Sin embargo, la elasticidad de la demanda (la respuesta de la demanda ante cualquier cambio en el precio) no es única. Ante un aumento del precio, la demanda es inelástica (cuando se interesaron en una mujer que hace la conquista muy difícil, ellos insisten, mantienen su interés, siguen comprando, como si se tratara de insulina). Ante una disminución en el precio, la demanda es elástica (entre más fácil es una mujer, hay más hombres que la compran, pero pocos interesados en fidelizarse al producto, objetivo final de la oferta).
Una disminución de precio, es directamente relacionada a una baja del valor en términos de calidad del producto, y la asociación de alto precio con alta calidad es natural.

De la característica anterior podemos concluir que un precio bajo siempre será sospechoso. Supongamos este panorama: una mujer con certificado de calidad ISO9001, decide exigir un menor precio, aduciendo madurez, y buscando cierto tipo de comprador racional que debería apreciar un producto de calidad sin guiarse necesariamente por el precio. Indefectiblemente se equivoca, la oferente pierde valor y el comprador puede hacer una compra, pero nunca se fideliza.

En español: sin importar la valía de la mujer, siempre hay que hacerse la difícil, de lo contrario, pierde. Ir de frente no da buenos resultados, ser sincero y abierto sólo hace perder el interés, hace dudar de lo maravillosa que puede ser la mujer. Como dicen en mi tierra: de eso tan bueno no dan tanto.

Si todavía la oferta se empeña en encontrar compradores racionales que reconocen una joya entre los saldos, nos planteamos el tema de ser un producto exótico, y pasamos al problema de dónde está el mercado objetivo
.

22/8/08

El limbo de la mediocridad

Casi siempre me opongo a ver la vida en términos de blanco y negro. El mundo no es de buenos y de malos, como las películas gringas nos quieren hacer creer. Afuera hay una cantidad de matices, de grises, casi infinita que es justamente la fuente de riqueza y diversidad. Sin embargo, hay algunos aspectos definitivos en los que no se permiten los términos medios.

Nada más determinante que la muerte, nunca se está medio muerto, de la misma manera que es contundente la vida, nunca se está un poquito embarazado, se está o no se está. Con el talento creo que pasa algo parecido, se tiene o no se tiene, los puntos medios no son otra cosa que mediocridad, son intentos frustrados de ser, son pretensiones sin sustento, son ínfulas de buchipluma.Es verdad que la disciplina suma, y mucho. Difícilmente se explota el talento sin la disciplina, aunque casos se han visto, pero la cosa no es de ida y vuelta, como dice el dicho, Lo que natura non da, Salamanca non presta.

¿Qué hacer cuando se es un punto medio en esta situación tan determinante? ¿Qué lugar le queda a quienes sólo son medio tuertos en una tierra donde hay muchos ciegos, pero también videntes completos? ¿De qué sirve estar en ese limbo donde siempre faltan cinco pa’l peso?

15/8/08

Never cocheche

De niño siempre se sueña con qué se va a ser cuando se es grande. Dependiendo de la época y la generación, las respuestas van cambiando. Hubo épocas en donde las mayores aspiraciones eran ser abogado, médico, cura o militar (quizás la de mis papás); en otras, astronauta, bombero, presidente o policía; en otras, estrella de rock, actriz de cine, o incluso en estos tiempos, protagonista de novela o gran hermano.

En la medida que pasa el tiempo, uno va moderando sus aspiraciones, las aterriza de a poco con la realidad y termina siendo, comunicador social, periodista, editor o vendedor en el peor de los casos. Luego del desencanto natural del ambiente laboral, del clima empresarial, de los deplorables estados financieros, y el inevitable encuentro con una variedad de personajes indeseables en todos los trayectos de la vida, uno empieza a hacer la lista de lo que no quiere ser.

En el colegio descubrí que no quería ser la mojigata virgen de pueblo que espera perder la virginidad y quedar embarazada en su noche de bodas. En la universidad, quizás una época prolífica de aprendizaje, supe que no quería ser mentirosa, cretina, pretenciosa, perfecta ama de casa con título, mamerta, poco seria, ladrona, ridícula, vendida, inconsciente, negadora, falta de carácter, etc. Cuando empecé a trabajar me di cuenta que no quería ser periodista, la empleada del mes, empleada corporativa (en general), mujer (sí, la mayoría de mujeres en el ámbito laboral son sinónimo de arpías, pero no tengo más remedio), ejecutivita junior, jefe inepta, irresponsable, corrupta, crédula, confiada, ingenua, regalada, monedita de oro (para caerle bien a todo el mundo), obtusa, abusiva, una santa y menos una santurrona. Ahora que ha pasado algún tiempo, también sé que no quiero ser excesivamente comprensiva, tolerante, patriotera, optimista, pesimista, amargada, auto condescendiente, aburrida, vieja loca, histérica, mamá, problemática, demasiado correcta, pero sobre todo, never cocheche.

Algo en los genes me pusieron de excesiva responsabilidad, de tendencia a la verdad, de bondad (¿?), yo diría, casi casi, de estupidez. Cuando uno se hace cargo por otros de lo que no le corresponde, cuando está excesivamente dispuesto a entender y ayudar a los otros a cualquier precio (incluso el propio pellejo), cuando uno guarda las formas y las maneras e intenta ser siempre “delicado” con los demás, casi siempre el límite de la bondad o lo correcto, de lo responsable, linda con el de la boludez, la ingenuidad y da paso a que venga el abuso consentido, entonces uno se transforma en un cocheche.

Lo puede ser material, laboral o sentimental, siempre y cuando uno permita el abuso, dándoselas de bueno, se es un miserable cocheche. Ya estuve ahí, y las ínfulas de bondad no me hicieron nada, mas que cómplice de mi propio verdugo y merecedora de mi suerte. Por eso ahora digo, never cocheche.

Veto temporal

Como sé que los vetos son en general una cosa vista con malos ojos, voy a intentar explicar por qué veto a Julieta Venegas en temporadas especiales.

Nunca he tenido nada en su contra, de hecho su música me gusta, su estilo, su estética de Alicia en el país de las maravillas, y especialmente su ser genuina, sin pretensiones, incluso tengo algunas de sus canciones en mis playlists, pero ahora estoy dispuesta a vetarla, por irresponsable, por lo menos por un tiempo. No porque en un tiempo deje de ser irresponsable, sino porque en un tiempo, me parecerán divertidas las letras y no me despertarán el bichito de la inconciencia para cometer exabruptos.

Me explico:
Y yo sé, que tienes miedo y no es un buen momento para tí y para esto que nos viene sucediendo
O sea, sin timing ni disponibilidad, y sin embargo, “eres para mí”?? Eso no puede ser sino el comienzo o la continuación de algo malsano de lo que uno sale muy herido. Como hablaba con un amigo el otro día, que el otro sea perfecto pero que no esté disponible, es lo mismo que tener la mamá, pero tenerla muerta. Hay que darse por vencido, y seguir participando.

Otra
Tengo que confesar que a veces, no me gusta tu forma de ser, luego te me desapareces y no entiendo muy bien por qué?
Es sencillo, porque no quiere, porque no le interesa y uno tiene que ponerle límites a su inmensa comprensión, justo ahí, donde empieza la estupidez.

No dices nada romántico cuando llega el atardecer,te pones de un humor extraño con cada luna llena al mes.”

Todos tenemos nuestros días, pero por qué algunos pensamos un poco antes de agarrarla con el que no corresponde? Por qué algunos tenemos la delicadeza de no joder al otro? (no contesten, ya me lo vengo diciendo, por boluda). Para completar, “yo te quiero con limón y sal, tal y como estás, no hace falta cambiarte nada” Quizás es lo más sanito que ha dicho, sí, uno no debe intentar cambiar a nadie, pero lo que no debe es conformarse con el existencialista de buseta, el atarban que se desaparece o el patán que nos muestra su ira cada vez que alguien se le cruza como no debe en la calle.

No seré lo que te imaginabas, no diré lo que quieres escuchar, no sé bien si será para siempre, pero sé que te puedo hacer feliz.”

Sólo la equivocada creencia de que los conocemos más que ellos mismos, de hecho, que les descubrimos más cualidades de las que tienen (en todo caso, las inventamos), nos hace pensar, que a pesar de no ser lo que se imaginaba, ni lo que espera, ni lo que quiere, uno los puede hacer felices. Eso, pasando de largo que aquí lo que importa es su felicidad, a pesar de ser quienes somos. Podría ser esto más parecido a una inviación a que trapeen el piso con uno?

Ya sé que Julieta Venegas no es la única irresponsable, desafortunadamente cuando uno quiere olvidar o superar a alguien se vienen todas las coincidencias de buseta (todas las canciones, novelas, películas o conversaciones, se relacionan o ajustan perfecto a nuestra desgracia) con todos los irresponsables que se les ha ocurrido cultivar los sentimientos malsanos –por poética, talentosa o desastrosa que sea la forma-, y es difícil encontrar las que realmente uno necesita oír en ese momento: “qué lástima pero adiós, me despido de ti y me voy”.

Cuando me salgo de mis manos

Me he declarado misógina en algunas ocasiones. De hecho, no me gusta la asociación con mi género cuando veo mujeres tontas, manipuladoras, arpías, dramáticas, o aquellas que tienen el mundo a sus pies sólo porque saben administrar su belleza. Si, lo admito, algunas veces es envidia, otras, es rechazo puro.

No soy feminista militante ni mucho menos, sólo pido respeto, y no discriminación. Admito que a veces concuerdo con esa cadena de mails que rondaba en la que una mujer decía detestar a quiénes habían liderado el movimiento feminista, pues de lo contrario estaríamos horneando pasteles con la vida resuelta y no ocupándonos de la apariencia, el trabajo, las relaciones y etc. No soy de los extremos.

Con el tiempo he aprendido a vivir con mi condición de mujer y a disfrutar un poco de ella. Si alguna vez llegué al punto de ofenderme porque me ofrecieron la mano para salir de un auto, ahora me encanta encontrarme con caballeros que me tratan como a una princesa. Eso no me hace menos persona, ni menos mujer, y además se siente bien.

Lo que me sigue sorprendiendo de mi condición de género, sin duda son las malditas hormonas. No sólo se trata de que nos disminuyan la esperanza de vida por su accionar, ni de que envejezcamos más rápido por sus montañas rusas, sino que sean incontrolables a la razón y hagan desastres en nuestro comportamiento. Yo pensé que con los años, si bien me había resignado a no dominarlas, por lo menos podía identificar cuando se activaban, y así poner una alarma ante un comportamiento “demasiado femenino”.

Se trata de vivir con un enemigo interno que se despierta cada tanto, y cuando menos sospechas, te ataca. No obstante, me acostumbré a algunas de sus apariciones: estar un poco más irascible de lo normal, llorar con las películas o las canciones un poco más de lo normal, ser más sensible al frio y a los dolores corporales en general, ver a un niño en el bus y tener ganas de llorar, y cosas de ese tipo. Ataques cortos, certeros, que quizás produzcan unas lagrimitas, pero que en instantes se van.

Lo que no sabía es que el enemigo transmuta, cambia las estrategias y empieza a atacar a traición, sutilmente, sin agresión, casi con psicología inversa. Ahora se presenta como una especie de droga que me adormila la razón por largos espacios de tiempo, convirtiéndome temporalmente en otra persona, se entremete en los pensamientos y me hace pensar que mis razonamientos son claros y lúcidos. Incrementa la sensibilidad pero no la lleva a picos altos, sólo a los suficientes para que siga pensando que estoy en mis cinco sentidos afinados.
Después de unos días del ataque, comienza la resaca. Las lagunas de ser otra en mí se empiezan a aclarar, hay escenas de mujer en apuros, de niña asustada esperando el regaño del papá, de adolescente cobarde, de mujer empoderada (esas hasta me gustan). Por suerte, el efecto hormonal desaparece, la razón vuelve a acompañarme, intento lidiar con el desastre que hizo mi impostora y quedo advertida ante una nueva forma de ataque.

Entre tanto, me gustaría ser hombre, para sólo tener que enfrentar las resacas causadas por el exceso de alcohol, esas por lo menos se escogen.

Vista paraguaya 2

Viviendo en Colombia pensaba que no había gente más corrupta, alguna sospechas tenía sobre los mexicanos y los rusos que siempre aparecían en las listas de los países más corruptos del mundo y nos peleábamos algunos lugares.

Sin embargo, cuando llegué y me enteré de a pocos de la historia argentina, entendí que aquí teníamos un gran contrincante, no se si por el cuánto, pero seguro, por el cómo. Los colombianos somos modositos (una palabra que incorporé por el sentido que encierra: respetuosos, calladitos, pedimos el favor, damos las gracias, tenemos modales, etc.) incluso para robar. A partir de la moda de la transparencia y la lucha anticorrupción, se inventaron formas más elaboradas, menos descaradas y que implicaran más esfuerzo para sacar la tajada. Corrupción al fin de al cabo, pero trabajadita, disfrazadita, modosita. En Argentina, una sola imagen mental hará claridad al respecto: Menem, en su época presidencial se llegó a mostrar en un Ferrari.

Si le preguntan a alguien más o menos crítico, consideran que ellos son los más corruptos (porque tienen que ser los más en alguna cosa buena o mala), y yo no les discuto, porque no me interesa pelear por ese título, sin embargo, la siguiente noticia puede dar la pelea:

Reclaman una supuesta deuda de guerra
Firma colombiana intenta cobrar más de 9 mil millones de euros a Paraguay

Fiscalía indaga una posibilidad de estafa al Estado
Una empresa colombiana pretende cobrar a nuestro país bonos históricos relacionados con títulos de deuda externa, aparentemente emitidos por nuestro país para pagar daños de guerra de la Triple Alianza.
(los bonos en cuestión fueron emitidos en 1876)

Al parecer el talento patrio para sacar cosas del país no se limita sólo a las drogas (y bueno, sí, el café, las flores, los textiles, las modelos y el petróleo), también hacemos estafas for export. El gobierno colombiano debe estar pobre o agotado, desde que recurren, por derecha además, a sacarle plata a otro país, y con estos argumentos, no?

Vista paraguaya 1

Antes de volver a Buenos Aires, ojeé un periódico Paraguayo y me encontré con algunas perlas que no podía dejar pasar de largo.

En el día me había enterado que se trataba del día del amigo, pues todo el mundo se daba besos, chocolates y había bombas (no pasaron ya de moda, y son sólo exclusividad de los niños?-) por todos lados, en los escritorios, en los almacenes, en los gimnasios. Digamos que love is in the air, podría describir ese día a pesar de estar gris y lluvioso.

Hace no mucho también fue la celebración del día del amigo en Argentina, un evento que prácticamente, llega a causarme repulsión, no porque no valore la amistad (quien me conoce sabe que todo lo contrario), sino porque se trata de un invento incómodo, hipócrita y forzado sin sentido. Pasando de largo por el lugar común de que se trata de una fecha comercial que se inventaron para incluir un día más de pico de ventas en el calendario, me molesta que se esos días se conviertan en únicas y especiales oportunidades en el año para hacerle saber al otro (madre, padre, amigo, niño, etc.) que te importa. Esto, sin mencionar que no se podía usar el celular porque las redes estaban saturadas, o ir a ninguna parte porque todos los restaurantes y bares estaban a reventar llenos de grupos felices de gente que seguramente se ve todos los días en cualquier otro momento.
En fin, mi punto era que si esto de aquí me molestó, ya se imaginarán mi reacción cuando vi la siguiente noticia:

Presentarán propuesta durante cumbre en El Salvador
Iberoamérica, unida para celebrar el Día de la Amistad
Que Iberoamérica acepte unida la Cruzada Mundial de la Amistad y celebrar cada 30 de julio el Día Mundial de la Amistad, propondrá el doctor Miguel Angel Cañizales Mendoza, “Amigo internacional 2008”, durante la cumbre a realizarse en El Salvador.

Me enteré entre otras cosas, que este año era el 50 aniversario del Día Mundial de la Amistad según los paraguayos. A ver si son sólo ideas mías. Primero, hasta donde yo sabía los que creían que el mundo era su país eran los argentinos, no los paraguayos quienes celebran un día mundial del que sólo se enteran ellos!.

Segundo, ¿qué características se tiene para ser el amigo internacional del año? ¿Tener amigos de otros países? ¿Viajar a otros países y hacer amigos? ¿Se trata de quien tenga más contactos en el exterior? ¿Será un extranjero que se ha hecho muy amigo de los locales? Porque en ese caso, conozco bastantes mochileros que se disputarían ese título. ¿Se reúne un consejo a comparar distintas variables como la cantidad de contactos del facebook, el msn, y todas las otras comunidades virtuales para evaluar quien se conecta más frecuentemente fuera de sus fronteras?

Tercero, ¿a quién le interesa una Cruzada Mundial de la Amistad? Sin duda los paraguayos no deben tener nada que hacer, ni problemas internos, desde que les parezca loable perseguir tal fin!. No han podido ponerse de acuerdo en temas importantes como la economía o las relaciones de integración en el MERCOSUR, y pretenden que todos seamos amigos?. ¿Con eso nos damos todos un gran abrazo? Yo me anoto en la cruzada si es que por ser amiga de los europeos me dan visa vitalicia, por ejemplo.

Ahora, por qué Iberoamérica? Es que acaso los que no hablan español o portugués no pueden ser nuestros amigos? Imagínense la importante agenda de la famosa cumbre de El Salvador, desde que ese punto lo van a poner a discusión. Sin embargo, espero ansiosa noticias al respecto, porque los latinos somos tan cretinos, que hasta se hace oficial la famosa cruzada, así como alguna vez los colombianos resultamos ser el país más feliz del planeta.

Casualidades a la luz de la ignorancia

Alguna vez en la vida me gustaría estudiar historia, o en últimas conseguir a alguien que me la contara de a capítulos como una novela (no leer novelas históricas tan de moda por estos días). No tengo muy clara la historia precolombina, recuerdo lo que aprendí en el colegio y los relatos de la auraucana de mi profesor de historia en la universidad. Hace poco alguien me dijo que los guaraníes habían recorrido el continente americano, y obviamente habían hecho su paso por Colombia, antes de instalarse en Paraguay y el norte de Argentina.
Con esa información, y algunos datos que recogí en mi visita flash a Asunción, no puedo evitar empezar a hacer asociaciones, pues hay algunas casualidades (que realmente deben ser coincidencias) que la corroboran:

  • La música típica paraguaya se parece mucho a la de los llanos orientales colombianos, que a su vez comparte rasgos con la venezolana y la de una región en México. Todavía no he podido enterarme como la llaman en Paraguay, pero de seguro no es casualidad que la toquen con el arpa y otros instrumentos de cuerda como el cuatro, y que para bailarla la zapateen, en los tres sitios de manera muy parecida. Ahora, tampoco creo que los guaraníes hayan desarrollado esos instrumentos cuando eran nómadas y recorrían el continente…
  • También compartimos algunas costumbres gastronómicas. En un clima tan cálido, abundan los platos calientes, para ser más exactos las sopas, a las que se les pone queso, y muchos ingredientes. Todavía recuerdo con angustia los sancochos de pescado a la hora del almuerzo en Cartagena… No responden a la lógica de las estaciones como en Buenos Aires, en donde durante el verano abundan las ensaladas y los platos ligeros, y los guisos son exclusivos de la época invernal. También, por suerte, abundan las frutas, los platos con yuca (mandioca), y hasta tienen pandeyuca! (chipa). Para terminar, según mi jefe, les gusta comer la carne seca, como a nosotros. (no sé de dónde saca eso.. pero puede ser, nos gusta comer la carne en sopa, y no sólo a la parrilla o en milanesa).
  • Algo que me llamó mucho la atención fue el uso de la palabra cachaca. Aquí no se refiere a la gente oriunda de ningún sitio, y menos como sinónimo de aburrido –como la usan los costeños colombianos, para referirse a nosotros los del interior, y más si la juntan con el calificativo: seca (o sea, una mujer del interior muy aburrida)-; sino que se refiere a un género musical. Un punto intermedio entre el vallenato meleguero, del más malito, y la cumbia villera argentina. Esa música que parece la evolución tropical de los Bukies, en donde un sintetizador y algunas veces un acordeón se convierten en instrumentos realmente detestables. De las letras ni hablar, el osito dormilón sería una creación poética!
    No voy a tener la oportunidad de verlo bailar, una lástima, lo que sé es que si lo bailan como en Argentina bailan la cumbia y el vallenato (incluso del bueno), estaría preparada para ver a mucha gente intentando ser bailarina de orquesta del Binomio de oro o de Diomedes Díaz… intentando aplicarle el ritmo y los movimientos del reggeaton (otro invento diabólico) al apacible ritmo del vallenato.
Para terminar, no una similitud, sólo algo que me llamó la atención. La música ambiental en un restaurante de un buen hotel es lo que ahora se llama “música para planchar”. Si, Dyango, Sandro, Daniela Romo, etc. y uno termina comiendo al ritmo de: son doce rosas que hablarán por mí, son doce rosas que te gritan vuelve.

Necesito un placebo

Hace poco escuché que para facilitar el orgasmo, convenía que las mujeres exageraran, o sea, actuaran un poco las sensaciones, pues eso llevaría a la mente a “ponerse en situación”, y el cuerpo terminaría creyéndoselo, logrando llegar a buen puerto.

Me quedé pensando, no en el fundamento científico, biológico o psicológico de la recomendación, sino en cómo se aplica en el resto de aspectos de la vida. La gente actúa, de a poco se lo va creyendo, y termina dándole resultados.

La fórmula es peligrosísima ahora que lo pienso. Recuerdo la cantidad de gente que me he encontrado que se dice mentiras, se las cree tan profundamente que llega a convencer a los demás y hace de esa su realidad, de hecho se construyen vidas alrededor de grandes mentiras.

Para no ir más lejos, no hay sino que ver a las FARC con su discurso político, o a cualquier político. Son tan inverosímiles, que parece todo un gran escenario, donde además, cada vez los actores son más malos, no obstante, dirigen países, amenazan sociedades, son CEO de grandes multinacionales o el empleado del mes, sin el mayor mérito y con impunidad rampante.

El mundo funciona así, se trata de una gran feria en donde el mejor vendedor, sin importar si tiene el mejor producto, es el que gana. Debo admitirlo, es tentador, empezar por mentirse, luego mentirle a los demás, y al final, todos convencidos de ser felices. Mi ingenuidad me obliga a preguntar si esas mentiras no se caen en algún momento. Y luego la realidad me responde que no, que el mundo ha sido construido a base de mentiras, y así estamos.

Mi ingenuidad de nuevo pregunta, entonces por qué no hacer lo mismo, y decirme una que otra mentirita piadosa para vivir mejor, para darme una que otra oportunidad que la rigidez de la transparencia no permiten? ¿Por qué no mentirle a los otros aunque sea por autoconservación? Porque el inconsciente no deja, a ese no le puedo hacer trampa, y tengo que andar gritándome las verdades, así no me gusten tanto, y luego vivir en consecuencia. Sería bueno que alguien me diera el placebo para el cabrón que tengo adentro, a ver si me deja en paz por un ratico.

Pd. Después de 50 años de existencia, las FARC siguen sin recibir reconocimiento político a nivel interno. Al parecer nos ganó Microsoft que los incluyó en la autocorrección de Word.

Las trampas del exilio

Yo no soy refugiada política, no me fui del país porque me hubieran amenazado, ni porque me parecía insoportable la situación con la guerrilla, y si bien no estaba en el trabajo soñado ni había tantas oportunidades, la cosa hubiera sido soportable, así que tampoco fue ese el motivo. Me fui porque necesitaba saber que había otra forma posible de vivir y no sólo esos estándares colombianos tan constreñidores; simplemente porque necesitaba cambiar.

Siempre critiqué a quienes se fueron y volvieron rápidamente porque extrañaban la almojábana. Me ofendí profundamente cuando la esposa de Juan Pablo Montoya dijo que prefería la granadilla que conseguía en Miami al glamour de los palacios de Mónaco.
Tuve especial cuidado en no caer en la trampa patriotera del exilio, recordándome las razones de mi salida. Aunque no ha sido muy difícil, cada vez que me encuentro a un compatriota –con contadas excepciones- (escuchar el acento es suficiente), todo regurgita como una pesadilla y me alejo rápidamente, luego me siento tranquila por haber puesto tantos kilómetros de distancia.

Si bien he valorado algunas cosas que en Colombia se “hacen bien”, no he caído en la ola patriotera de olvidarme por qué era recurrente la frase “más futuro tiene Colombia”. Tampoco he caído en el extremo contrario, de hablar con sh en vez de y o ll, ni de che, o pretender ser más porteña que el tango (los argentinos dirían que el dulce de leche, pero que se aduzcan ese invento, es otra discusión). Es verdad, digo mirá vos, bancar, tacho y boludo de vez en cuando, pero es cuestión de adaptación y de gusto.

Creo que he estado atenta a esas trampas del exilio, pero hay más y las he descubierto poco a poco. La siguiente es el desconocimiento casi total de los códigos de este país, y a su vez que desconozcan los míos. Lo bueno, no existen los prejuicios, hay que conocer a la gente para juzgarla, esto en las dos vías. Lo malo, hay que llevarse chascos en el aprendizaje mientras se afina la técnica del descarte.

Otra más, jugar la carta de la desprotección y la soledad y luego creerse el juego. Cuando, como yo, se cae en un país sin un solo amigo, familiar o conocido, es obvio que el círculo social no existe. Si además, como yo, se es persona de pocos amigos y no muy sociable, esa situación no cambia mucho por más de que pase el tiempo. Si para completar, se tiene la suerte (todavía no sé si buena o mala) de caer en círculos (laborales o de estudio) extremadamente pequeños, las esperanzas de “tener un millón de amigos y así más fuerte poder cantar”, son nulas.

Los círculos sociales son los acaparadores del tiempo de las personas, además de sus tareas de la vida cotidiana. Lo que hace a una persona, como yo, increíblemente disponible. Yo no tengo sobrinos que visitar, cumpleaños de la abuela, almuerzos con la familia, día de la madre, del padre o del arquero, salidas con los amigos de infancia, salidas con los amigos de la universidad, baby showers, cumpleaños de la gente de la oficina, after office, bautizos, matrimonios, entierros, misas del año, novenas, etc. O sea, mi agenda es: mi trabajo, y las cosas que me guste incluir en ella (cine, fiestas, paseos, salidas con amigas, o encierro en mi apartamento), no dependo de nadie, no le consulto a nadie, sólo a mi voluntad y a mi capacidad adquisitiva.

¿Dónde está la trampa? El problema de estar disponible es que eso se vuelve sinónimo de necesitado, como si estuviera buscando quién le llene el tiempo. Resulta que uno que ha sido capaz de “bandearse” solo en un país extraño, de pronto se convierte en alguien que necesita ser rescatado, todo por falta de citas en la agenda. Lo peor viene cuando por la mirada del otro, uno termina creyéndoselo y por eso suscita invitaciones lastimeras para navidades, o miradas de condescendencia.

Simple, lógico y contundente

He’s just not that into you, fue una frase que causó revuelo cuando apareció en un capítulo de Sex and the city como la gran epifanía, la revelación máxima, tanto así que se publicó un libro con ese título y posteriormente se filmó una película. Para mí también fue una revelación, pues se trata de una de esas verdades tan contundentes y tan simples, que negamos para evitar el ego herido y escondemos detrás de una serie de excusas.

Surgió en el no raro proceso femenino de intentar explicar el comportamiento evasivo de un hombre. Para el caso, un rechazo sutil (argumentaba tener una reunión temprano) a una invitación a subir al apartamento. La intervención de Berger fue clara: reunión o no reunión, si nos interesa, subimos y programamos la siguiente cita. No es que los tipos sean muy tímidos, o que le teman al compromiso, o que tengan reuniones temprano, o que no quieran estropear la amistad, o que estén muy cansados, es simplemente que no están lo suficientemente interesados.

En mi casa decían querer es poder, el resto son excusas (por lo menos en cuanto a este tema se refiere). De hecho, esto se ha convertido en mi indicador de interés por alguien. Cuando pienso en cómo zafar de la cita, entiendo que el personaje no me gusta del todo, y que si sigo adelante, voy a terminar diciendo que es buena gente, o que tiene buena letra. Así que prefiero hacer algo muy despedidor (al estilo de Cómo perder un hombre en 10 días – yo sólo necesito una llamada telefónica-) a falta de valor para enfrentar la verdad que puede herir susceptibilidades.

¿Harán los otros lo mismo? ¿Sus acciones despedidoras serán demasiado sutiles bajo la lupa de mi negación? ¿Son las excusas absurdas (en las que se desafían las leyes del tiempo, el espacio y la tecnología -o lo toman a uno por imbécil-) la forma de hacernos saber que He's just not that into me? Yo agradecería la cortesía de ser contundente, así uno sabe a qué se atiene, además porque al respecto, los grises son inaceptables.

Ni muy muy, ni tan tan

Muchas fueron las quejas que escuché sobre la indiferencia colombiana ante la violencia. Mucha la admiración a las reacciones masivas de los españoles frente a los atentados de la ETA y a organizaciones como las Madres de la Plaza de Mayo por reivindicar la memoria.

Viví en un país donde la violencia en casi todas sus formas está naturalizada. Nos es familiar un vocabulario amplio sobre armas, calibres, explosivos, drogas, componentes químicos, estrategias militares, tropas, brigadas, coordenadas, secuestros, torturas, etc. Nuestra capacidad de asombro es casi inexistente y hace rato perdimos la cuenta de las bombas (atentados terroristas como los llaman ahora), los muertos y las víctimas.

Por venir de donde vengo, la conmemoración de los 14 años de un atentado terrorista me sorprende, pero para ser sincera, me molesta, me genera sensaciones encontradas.

Por un lado, no me siento orgullosa de tener callo ante la violencia, de hecho, he descubierto con regocijo que con el tiempo ese callo se vuelve costra, y poco a poco vuelve a ser piel, o sea, la sensibilidad se recupera, pero de a poco. Creo que está mal aprender a vivir con incertidumbre sobre el bienestar, y por el contrario con una serie de certezas sobre horribles posibilidades a realizarse. No deberíamos acostumbrarnos a vigilar lo que hacemos, con quién lo hacemos, o cómo, ni tener que dar consejos a nuestras familias si algún día nos secuestran. Estuvo muy mal salir de viaje por carretera siempre en tenis, no por elección, sino para poder aguantar las caminatas en caso de que la guerrilla hiciera pesca milagrosa.

Está muy mal que tengamos un top ten de las masacres más famosas, o incluso que seamos capaces de rodar el chiste de los once equivocados (cuando se supo del asesinato de los 11 diputados, y a la vez la selección de fútbol hacía desastres en la Copa América).

Por otra parte, admiro que la sociedad civil en masa rechace los actos violentos, como pasa en España con lo que hace ETA; que baste un solo muerto para movilizar miles de personas en las calles; que los medios de comunicación se consideren sociedad civil antes que simple observadores, y también sean dolientes; pienso que está muy bien que en Argentina se haya instituido el Día de la memoria para evitar que vuelva a haber otra dictadura; que las víctimas reclamen justicia antes que reparación económica; que se haya anulado el perdón y el olvido; y que insistan con marchas para que no haya impunidad.

Pero ¿cuándo es suficiente recuerdo y memoria? ¿hay algún límite, algún momento en el que se supere? ¿No llega a ser a veces, demasiado? Por ejemplo: era necesaria la destitución del jefe de gobierno por el caso Cromagnon?, es indispensable hacer de un bar que se incendió un altar y cerrar la calle para siempre? No será que los familiares de las víctimas se aferran a su tragedia convirtiéndola en plan de vida? es necesario cerrar un montón de calles en un zona comercial importante todos los años para recordar lo mismo?

No puedo dejar de pensar que si hiciéramos lo mismo en Colombia, tristemente no tendríamos fecha en el calendario sin recordar una tragedia. No puedo evitar pensar en qué pasaría si los familiares de las miles y miles de víctimas sólo se dedicaran a marchar y a ocuparse de que los suyos no caigan en el olvido. Por triste que sea, por efecto de la acumulación de muertos de años, simplemente nos paralizaríamos.

Entonces creo que admiro la capacidad de recuperación de los colombianos, o su sumisión para seguir adelante, no sé todavía. Las familias asumen y superan sus pérdidas, procuran continuar con sus vidas, y no creo que ellos olviden a sus muertos, simplemente no los hacen su razón para existir. Dudo mucho que las nuevas generaciones no se lleguen a enterar sobre los miembros perdidos por la violencia, seguro que lo saben, pero no creo que fueran mejores personas si desfilan en una marcha con las fotos de gente que ni siquiera conocieron.

Puede ser que les falte ahinco en el pedido de justicia, puede ser que al aceptar “la voluntad de Dios” no se ocupen de seguir o siquiera de abrir procesos judiciales por lo que les ha pasado, ese tampoco es un extremo deseable.

Pero no puedo dejar de pensar en que me molestan los actos de conmemoración de 14 años de un atentado, así como las marchas de Cromagnon, y todas esas eternas reivindicaciones, porque no creo que le hagan bien a nadie, porque no creo que aporten nada a nadie, no creo que sean sanas ni siquiera para quien las hace. Los procesos de duelo consisten en enfrentar y superar la pérdida, no en quedarse pegado como disco rayado a falta de mejor plan.

Ni tanta resignación que se caiga en el total olvido, ni tanto reclamo que caiga en lo enfermizo.

Should I stay or should I go

La separación llevó a un amigo a estar nuevamente en el “mercado”, y por tratarse de un buen partido, le han sobrado los voluntarios para presentarle nuevos prospectos. Y a pesar de que admite no saber muy bien cómo funcionan las cosas ahora (estuvo en pareja por once años), rechaza las ofertas de amigas, hermanas, tías, y conocidas en general, que serían perfectas para él.

Sin embargo, a los amigos más cercanos les hace caso, pero su filtro es claro, no pueden tener hijos, no pueden tener más de 35 años y deben ser independientes, además de “estar buenas”, por supuesto.

Sus amigos le insisten con que mujeres de esa edad sin hijos es difícil encontrar, que algunas ya lo tienen todo muy resuelto, etc. etc. y él se niega por completo. Su argumento me pareció válido: “Si la llego a conocer, y resulta que me cae bien, me gusta, me engancho, me encariño, y voy a someterme a una cantidad de cosas que no quiero: que el niño se enferma, que no hay quien lo cuide, que no puede irse un fin de semana porque el colegio del niño, aparte de la presencia constante del papá de la criatura, y todo lo que ello implica. En conclusión, termino cargando con problemas que no son míos, que no me he buscado y que no tengo en mi vida. Por eso prefiero, ni siquiera saber el nombre.”

Es verdad, para qué siquiera dar la oportunidad a quedar en una posición de difícil decisión cuando se tiene tan claro lo que no se quiere para su vida.

Para tener en cuenta me parece, no obstante, ¿qué se hace cuando ya se coló por el filtro, cuando uno ya se encariñó y tiene que tomar decisiones difíciles? ¿cuando la balanza no es tan clara? ¿sirve la teoría de emborracharse sin pensar en el guayabo (la resaca)? ¿no es eso un poco adolescente? ¿salir a correr es más maduro?

Incursiones del marketing

¿Quién se inventó el marketing para vender en los buses, subtes y trenes, quién los actualiza, en dónde se publican las nuevas tendencias? ¿Quién les dio la clave de apuntar al sentimiento de culpa del oyente –ya no a la lástima- y la emotividad para lograr mejores limosnas? ¿Desde cuando se acabaron los discursos de huérfanos, familias numerosas y enfermedades penosas, y las cancioncitas particulares para las que pedían “una monedita”? ¿Cuál fue el hijo de mala madre que sugirió que el mecanismo de obtener mejores ganancias era dar la mano y hasta un beso? ¿Cómo se dio esta evolución de técnica que casi se compara con los comerciales de Coca-cola? ¿Cómo se internacionalizó la técnica? ¿Hay viajeros que llevan las novedades de país en país como los juglares? ¿Cuál es el medio de difusión? ¿O es acaso que el “mercado” evoluciona de la misma manera en todas partes –ya no compran la cancioncita- y por eso a todos se les ocurre, en la era del abrazo, que esa es la mejor manera?

Sin resignación

Una amiga dice que los hombres son como las empleadas de servicio: si cocinan no planchan. Al parecer la vida es así, hay quienes dicen “Todo no se puede tener mi amor”, así que me puse a pensar, si no hay más remedio, ¿qué se puede resignar?

Pensando en eso, llegué a la conclusión que el asunto de la pareja, es así como el empleo y el apartamento. En un país con altos niveles de desempleo, además con una cultura bastante sumisa de por sí, no es natural renunciar a un trabajo a menos que se tenga una mejor oferta. Como muchos sufren por no tenerlo, quien lo consigue, se aferra a él con uñas y dientes, sin importar si es bueno, si la paga convence, o si hace algo por su crecimiento personal. A su vez, la movilidad no es mucha, a menos que se trate de alguien con muchas ofertas, o todo lo contrario, con muchos despidos en su haber. Resignamos todo lo malo que tiene un trabajo, sólo por el hecho de tenerlo, de tener una estabilidad, y un depósito en la cuenta mensualmente.

Pasa parecido con el lugar dónde vivir. La mayoría de veces vivimos donde podemos, y no donde queremos. El arriendo es el principal limitante, y luego que te acepten el fiador que tienes, y si eso se acomoda, terminas aceptando que el sitio tenga poca luz, o que la presión del agua sea mala, o que la alfombra sea un desastre, y así terminamos conformándonos con un precio, y con suerte con alguna ubicación o con una fecha conveniente de mudanza. Por eso, cuando alguien tiene la suerte de encontrarlo todo, o casi todo en un lugar, se aferra con todas sus fuerzas, y hace lo posible por no dejarlo ir.

En esos panoramas desesperados –de desempleo y sin vivienda- nos disponemos a resignarlo todo, justamente porque no tenemos el tiempo de ser selectivos, o porque no podemos darnos el lujo de serlo. La soledad parece ser un horizonte desesperado, para el que “cualquier bondi (bus) nos deja bien”, porque la sensación puede ser tan desagradable que nos lleva al punto de creer que elegir es un lujo. No obstante, procuro recordarme que no es suntuoso, sino el mínimo deber conmigo misma. Es verdad, la soledad acosa como la pobreza, pero si soy capaz de gambetearla un rato, mi margen de maniobrabilidad mejora, y eventualmente sabré elegir y con mucha suerte encontrar una rareza absoluta: que la ropa, la comida y la casa pueden estar impecables.

Pensando en voz alta

Darse un tiempo para intentar leer la realidad es importante, pero yo he descubierto que además leerla en voz alta, tiene sus ventajas.

Es como si al verbalizar los pensamientos, tomaran otra dimensión. Como si en la cabeza no tuvieran el suficiente espacio para estirarse, y dejar apreciar, incluso lo más obvio que tengan para decir.

Pensar en voz alta es revelador, así como cuando llega el jaque mate, estaba ahí, durante minutos hiciste el esfuerzo de buscar el peligro acecho, no obstante, lo perdiste de vista, y sólo fue obvio cuando pasó.

Como si la cadena de pensamiento funcionara distinto cuando se habla, porque a fin de cuentas, es una voz, como un estímulo externo que nos llega, y con el que nos permitimos ser “objetivos”, por eso cuando las cosas se dicen en voz alta, se vuelven extremadamente lógicas, obvias, o se evidencia lo descabelladas que son, o la falta de consistencia que tienen.

Por eso, a riesgo de parecer loca, de vez en cuando, cuando la situación lo amerita, me escucho. Y cuando se trata de un tema en el que estoy emocionalmente comprometida, además, me repito lo que digo, varias veces, porque cada vez toma un sentido diferente, es como si cada pronunciación le agregara un poco de lógica, de claridad. Es como si la propia voz disipara el humo que genera darle tantas vueltas al asunto en el corazón y en la cabeza.

Público en huelga

Siempre he tenido fantasías. Desde que tengo memoria, me hacía globos por horas y horas. Creo que no soy muy especial por eso, todos las tenemos. Las mías no son tan diferentes e increíbles como para estimular significativamente alguna habilidad creativa (por lo que no es un ejercicio rentable, más bien lo contrario). Digamos que las mías son normalitas, limitadas a un imaginario colectivo bastante pobre en principio, pues los libros me llegaron tarde, la televisión me llegó tarde, el cine me llegó tarde, la música me llegó tarde. Afortunadamente me llegaron, pero perdí tiempo valioso para incluir en mi background imágenes que fueran más interesantes que las de Quieta Margarita, Kaliman, La ley contra el hampa o Calamar.

Como una niña cualquiera fantaseaba con mi vida romántica, con mi vida profesional y la económica, no necesariamente en ese orden. Ah si, una que otra vez con cosas de la vida nacional, como que la selección le ganaba a Camerún en el mundial de Alemania, o que Pizarro ganaba las elecciones presidenciales, o que Pablo Escobar pagaba la deuda externa… si, cosas así, pero esa era la parte de lo poco normal que era.
Todavía estoy intentando entender con mi psicóloga por qué en mi infancia siempre soñé con ser una súper ejecutiva, exitosa, independiente, aplastadora, fría, calculadora, increíblemente sexy, dominante, con corazón de hierro, que vive sola en un gran apartamento con servidumbre, y maneja un BMW a toda velocidad. No sé de dónde saqué esa idea de éxito y felicidad, pero recuerdo a esa mujer de varios episodios.

Las románticas tenían el elemento dramático de telenovela. Cuando me imaginaba un romance siempre había obstáculos que superar, las familias, las otras mujeres (creo que nunca me imaginé que se pelearan por mi), amigas enamoradas, viajes, carrera profesional de por medio, etc. Eso sí, al tener obstáculos estaban llenas de grandes gestos y grandes finales: sorpresas especiales, serenatas, regalos, escritos, escenas ante un público numeroso, etc.

Cuando empecé a vivenciar la escasez del poder adquisitivo me imaginé ganando la lotería. Nada más recurrente. Hice planes, y en la medida que el tiempo pasaba, éstos fueron cambiando de acuerdo a cómo se transformaban mis gustos, o simplemente conocía mejores formas de disfrutarlo. Pero siempre eran fantasías felices.

Por eso nunca me parecieron una pérdida de tiempo. Es cierto, no son suficiente para hacerme escritora, compositora o directora de cine, pero si son suficiente entretenimiento, además gratuito. No necesito tomarme nada, fumar nada, ir a ningún sitio, pagar ninguna boleta para pasarme satisfactoriamente horas enteras con imágenes o una voz narradora en mi cabeza contando historias felices, a partir de pequeñas buenas vivencias.

Pero hoy me declaro público en huelga. No quiero fantasear más. Hago lo posible para no dejar a la cabeza hablar, ni pasar imágenes. ¿Por qué? Porque los globos dejaron de ser felices, se contagiaron demasiado de realidad, de la desesperanza que genera no ganarse la lotería, tener una vida absolutamente ordinaria y no encontrar “ni un solo corazón que valga la pena”.

Así que ahora ya no escucho más mis globos, por lo menos no hasta que dejen de estar famélicos de buenas vivencias para contar historias felices. Temporalmente me concentro en las de otros, en los que por suerte, tienen el talento de saberlas contar, a ver si por emulación las mías empiezan una nueva temporada.

Perspectiva

La comedia es tragedia más tiempo, nada más sabio. El tiempo convierte las cosas en otras, les da perspectiva, y bajo la perspectiva casi todo se vuelve diferente, menos grave, más simple, nada trágico.

Todavía recuerdo cuando creía que pelear con una amiga era el fin del mundo o que iba a ser infeliz de por vida debido a esos infortunados amores de adolescencia. Hoy a la perspectiva sólo son evidencias del desgaste en su momento y la sobredimensión de las cosas, así me di cuenta lo impresentable y ridícula que podía llegar a ser (lo que no está mal, conocí mis límites más bajos).

Para darme cuenta de eso, necesité algunos años, pero ahora, afinándome en la técnica de tomar distancia (es engañosa, y nunca se llega a ser un experto), procuro hacer los procesos un poco más rápido. Así fue como dos horas después de que me hubieran robado, estaba muerta de la risa (y no nerviosa) en la estación de policía haciendo la denuncia. Sólo necesité dos horas para convertirlo en una tragicomedia, porque para esos días, no había bien que por mal no viniera.

Y esa ha sido mi política de vida, procurar distanciarme de mis “pequeñas tragedias” para poder reírme de ellas, no hacer de mi vida un eterno drama, porque no quiero ser ni parecer una adicta a la desgracia.

Me ha costado mucho trabajo, no ha sido fácil, especialmente si tenemos en cuenta que fui criada entre culebrones venecos y mexicanos, y mi ídolo de infancia era Llorónica Castro. Cuando uno ha aprendido esa dinámica de vida, cree que así “debe ser” la vida, y asume el rol de protagonista de su propia novela armando escenas, rompiendo platos y arrodillándose en la calle para preguntarle a Dios, por qué, por qué a mi que soy tan buena?.

Todavía tengo vestigios de esa educación y mi actriz interna me traiciona de vez en cuando, y me escucho a mi misma dando cantaleta, siendo esa mujer que no quiero ser. Luego me basta un rato para restarle importancia al asunto, y otra vez, avergonzarme por mi comportamiento. Todavía no afino bien lo de la ansiedad, y los impulsos me traicionan.

Este es mi acto de contrición. Mi propósito de enmienda: mantenerme alejada de quienes me convierten en vieja loca, y respirar y contar hasta diez, hasta que todo se haya convertido en comedia.