31/3/11

El que con niños se acuesta...

De pronto, escuchaba a mujeres con algunos y muchos años más que yo, hablando de sus maridos y sus relaciones de lustros y décadas, y se quejaban por exactamente lo mismo que yo me hacía mala sangre en los últimos días, por mi chico de semanas: los hombres siguen siendo adolescentes, malcriados, desconsiderados, en pocas palabras, un niño más en la casa que le da rabietas a su mamá.

Si bien me consolaba por no estar tan loca y ser la única, también me preocupé de sobremanera (mal de muchos, consuelo de bobos), ¿acaso tengo que resignarme a que los hombres son niños eternos con lo que eso implica? ¿son todos así, o es una cuestión cultural?, porque yo recuerdo haber conocido hombres distintos: considerados, adultos, aunque nunca un argentino…

¿Siempre voy a tener que ser la adulta gruñona de la relación? ¿Pedir, demandar y volver a pedir por todos los medios esa consideración y trato que espero venga espontáneamente por parte de una pareja?

Al parecer, justo caí en un círculo de mujeres bastante particular que infantiliza a los hombres; al parecer, esos hombres adultos y considerados, incluso argentinos, no son una rareza; al parecer, puedo no resignarme y buscar un adulto, respetuoso, considerado, con quien, además de estar contenida y respaldada, pueda divertirme como una niña.

16/3/11

Modas cíclicas

No he vivido aquí lo suficiente para saberlo con certeza, pero tengo la impresión de que la militancia ahora está de moda, como estuvo en los 70’s, como los colores neón y los pantalones chupín de los 80’s, volvió a imponerse en la agenda, y por eso todo lo convierten en causa: quién inaugura la feria del libro, dónde se hacen los recitales, cómo se organizan las ferias y los corsos e incluso, andar en bicicleta. Como si no hubiera suficiente ya con los kirchneristas y la oposición.

4/2/11

Inlove again

Todas las relaciones tienen altibajos y mi idilio con Buenos Aires, no podía ser la excepción. Tras una corta separación, yo la traicioné por unos días con mi país natal, estaba resentida y me recibió con 43 grados de térmica, cambios en las rutas de los buses, ausencias de los habitué en las plazas, y noticias, muchas, feas noticias.

Yo también estaba retrechera, su presencia estaba relacionada con volver al trabajo, a la vida de las responsabilidades, las cuentas, los horarios, los tacos, las reuniones, etc. Y aunque me hizo ojitos el fin de semana con un domingo en la plaza, yo me hice la loca y me encerré enojada en mi casa.

Cuando la furia me bajó, me encontré en el Congreso con un clima más que agradable, con buenas noticias, en chatitas, y dispuesta a caminar hasta mi casa, revisitando la Avenida de Mayo.

Los niños en la plaza, la gente en la vereda, los hippies y artesanos vendiendo cosas, todo me fue ambientando en clima de reconciliación. Luego llegué a la 9 de julio, y una gran bandera aymara ondeaba, mientras el líder? decía: "Somos medio improvisados, si les gusta lo que ven, díganlo...". Con la estatua del Quijote de la Mancha de fondo, pensaba: no es demasiada contradicción estar bajo el ala del mayor símbolo de la hispanidad, culpando de la situación actual al robo de los españoles de hace 500 años? O será acaso una quijotada su cruzada por defender los derechos indígenas? Pero ahí estaban con su música, sus libros y sus carpas, eso, sólo en Buenos Aires.

Ya tenía una sonrisa difícil de sacar, hasta que me encontré con con la previa de los piqueteros para un viernes a la noche:

Un pequeño paseo por la Avenida de Mayo.

Pasaron cinco años y dejé de tenerle miedo a los sonidos de las protestas, dejaron de parecerme tambores de guerra, sin embargo, verlos me hace pensar, todo no se puede tener, nadie es perfecto, y éste es el defecto. No sé si los piqueteros tengan jodido al país, pero estoy segura que por lo menos tienen jodido el tráfico de la ciudad.

Pero a quién le importa el tráfico cuando existe esta esquina?

Dicen que lo bueno de pelearse, es la reconciliación. Las calles de San Telmo me condujeron a mi sitio favorito, que estuvo cerrado por algunas semanas. Cerramos con broche de oro, cena, material de lectura y una copa de vino. Para cuando caminaba las últimas cuadras a mi casa, estaba un poquito más enamorada y me regocijaba en saber que el destino me mandó a un buen lugar.

Mi rincón favorito de San Telmo, Café Riva