7/3/12

¿Y si me mudo?

Las mudanzas casi siempre son una pesadilla, y que no se me entienda mal, me encanta mi casa, mi barrio, pero a veces, dan ganas de un poquito de cambio.

Tener que buscar el supermercado chino más cercano, y el que está abierto hasta más tarde; encontrar el carnicero de confianza, por más que se lo visite una vez cada trimestre; la verdulería que tiene plátanos y maracuyás para cuando me dan antojos; el bar donde hay wifi, los meseros son de los de antes y el café todavía se sirve en taza; la pizzería que zafa entre semana y el delivery bueno para cuando hay visitas; la bodega de vinos; el hipermercado; el señor de los quesos, los huevos y los pollos; la veterinaria; el video club (sí, todavía disfruto de alquilar películas casi casi, lo mismo que bajarlas de Cuevana); la panadería de las buenas medialunas; la placita para tomar sol; y así…

Casi todos odian las rutinas, en cambio a mí me encanta construirlas. Por eso la llegada a un nuevo sitio: para vivir, para trabajar, tiene eso de encantador, el descubrir poco a poco los que serán los de confianza, los habitué que dan esa sensación de conocedor y de pertenencia.

Vivir en San Telmo es descubrir un poco el barrio cada día, la promesa de público extranjero hace que cada semana haya un nuevo negocio, pero también un nuevo local en alquiler de quienes se fueron con las manos vacías, así que siempre hay un nuevo restaurante, una tienda que conocer, un café por explorar; aún así, mis ganas de buscar sitios de los que volverme habitual, está insatisfecha.

Pd. Hace mucho no escribía aquí, creo que es buen momento para volver, incluso cuando la era de los blogs casi llega a su fin.

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